Durante más de 30.000 años, los équidos y los homo sapiens sobrevivieron numerosos ciclos glaciares. Hubo una época en la que el hielo cubrió más de 2 terceros de Europa. Hay pruebas de DNA que demuestran que tanto el ser humano como el caballo lograron perdurar, o más bien milagrosamente subsistir, ya que no había casi de nada, durante esta dura etapa de la tierra.
Así que podemos preguntarnos de nuevo, “¿cómo demonios sobrevivimos a este ambiente tan agresivo?”
Se sabe que hubo “áreas refugio”. En estas zonas, situadas en la región de los Balcanes, Italia e Iberia, todavía hacía frio, pero algo menos.
Los humanos elegimos vivir en cuevas, formar tribus y comer lo que fuese. Cazamos, pastoreamos y recolectamos. Estudiamos lo que comían los animales y probamos de todo incluyendo los mismos insectos, serpientes, pájaros, reptiles, peces y otros mamíferos. La duración de la vida era corta, tanto por el peligro de ser cazado por alguna bestia, como por las infestaciones por parásitos, las guerras entre tribus, y por puesto, por la precariedad y la peligrosidad de los alimentos que consumíamos. A veces se comían cosas que simplemente no eran conocidas como alimentos. Pero logramos sobrevivir, reproducirnos y continuar.
Esto se refleja hoy en día en nuestros hábitos de alimentación. A veces no es ni reconocible lo que nos metemos en la boca. Y este descuido se evidencia en problemas como el sobrepeso, la diabetes y diferentes dolencias cardiacas que son tan comunes en nuestra civilización actual. Pero seguimos sobreviviendo.
El caballo optó por otro camino. Su dieta de hierba nunca varió. Cuando tenía suerte, encontraba un poquito de avena o cebada. En las épocas de nieve, rompía el hielo y buscaba la hierba que crecía debajo. Adelgazaba y ralentizaba su metabolismo en invierno para poder absorber las calorías con más eficacia. Así podía mantener una condición de carnes suficiente para llegar a la primavera. En la primavera podía disfrutar de una hierba rica, capaz de aguantar la producción de leche de las yeguas madres. También los caballos lograron sobrevivir, reproducirse y llegar a establecer la relación con el ser humano que conocemos hoy en día.
Si analizamos las enzimas digestivas que tiene el ser humano, es cierto que somos capaces, con mayor o menor eficacia, de digerir una amplia gama de alimentos. Puede que nos siente un poquito mal, pero lo comemos y algún nutriente logramos sacar.
El caballo no es tan tolerante. Sus enzimas digestivas demuestran claramente lo que puede comer y lo que no. Por ejemplo, los potros disponen de la enzima digestiva lactasa y pueden por ello absorber los nutrientes de la leche de su madre. Pero de adultos, la lactasa desaparece, haciendo que los alimentos que contienen leche no sean digeridos de forma adecuada, pudiendo incluso causar alguna molestia digestiva.
Hay una estrecha selección de alimentos que puedes utilizar en la dieta del caballo. Además, si no respetas sus necesidades de movimiento y vida social, estás casi garantizado que tarde o temprano se desencadene algún problema digestivo, como la aparición de cólicos, laminitis o úlceras gástricas.
Así que, para ser escueta, ¿cuáles son las 5 prioridades en el manejo de la dieta del caballo?
- Acceso constante a agua limpia
- Acceso constante a forraje, digestible pero nutricionalmente suave. El caballo no debe tener el estómago vacío.
- Utilizar piensos y cereales únicamente si es necesario incrementar el nivel energético de la ración
- Contacto con otros caballos
- Movimiento diario
¿Por qué son estas las prioridades?
¡Pues tendrás que estudiar nutrición y etología equina para averiguarlo!